LA PRENSA - Domingo 19 de diciembre de 1993

 
Escenas de una película argentina

Por DIANA FERRARO

Catálogos Editora, Buenos Aires. 160 páginas

 

La novela Las muy privadas cartas de la terrateniente María López, que oportunamente comentamos en términos elogiosos en esta misma página, constituye sin duda uno de los más positivos antecedentes de la serie de cuentos que hoy nos ocupa.

En efecto, tanto el particular estilo narrativo como el arraigo de Diana Ferraro a temas que hacen a la hondura de nuestra nacionalidad, surgen de inmediato de la lectura de estos pantallazos o escenas. Ellas recogen facetas identificatorias, rasgos que nos caracterizan y, a su vez, se refieren a la historia sociopolítica del país. El título de los cuentos Argentina, hora final, publicados por la misma autora entre uno y otro de los volúmenes nombrados, basta para reforzar la impronta antes apuntada.

Fina ironía, despiadado sarcasmo, juicios frontales, pinceladas de tierno humor, algún toque piadoso, la expresión segura y puntual, son los elementos hábilmente manejados por Diana Ferraro para señalar debilidades y fortalezas de nuestra idiosincrasia, la cruda realidad del existir de cada día, los ocultos o manifiestos amores que nos agitan.

Ubicadas en tiempo y espacio, la mayoría de estas historias entrelazan circunstancias políticas que desembocan en lo inesperado (“Historia de un general”); lo incongruente (“Un corazón aún más simple”, “Argentina 1810”, “Big Mac”); la crónica periodística (“La era de Cáncer”); el manipuleo inescrupuloso, atento al interés monetario y al uso de la estupidez humana (“Pelos y trapos”, “La pequeña aldea”); también el intento de especulación trascendente o la filosofía ¿barata? (“El orden”, “El padre de la patria”) y, ¿por qué no?, alguna página dedicada a la felicidad (“Toda una vida”).

El cuento que cierra el volumen y a la vez le presta su título, ligado en cierta manera con “Dulces dieciséis” —secuencia de los últimos años de nuestra castigada historia—, justifica y resume la interesante, lograda, propuesta de la autora.

 
María Isabel Clucellas
 
 
ÁMBITO FINANCIERO - 6 de octubre de 1993
 
LIBROS COMENTADOS
 
Haciéndose la película

Diana Ferraro, Escenas de una película argentina, Buenos Aires, Ed.Catálogos, 160 págs.

 

Agudo en más de una página, tocante hacia el final, este hilado de cuentos de Diana Ferraro (premio Sade 1984 por El hombre que no está) expone con señalado ingenio un balance argentino, “el estado de la Nación”, como dice uno de sus personajes. Para ello despliega apuntes biográficos, situaciones alegóricas, breves novelas alrededor del escándalo (su punto menos atractivo, quizás por coincidencias con una recordada bestsellerista, quizá porque hoy casi nadie se escandaliza de algo), diálogos reflexivos de vieja y noble tradición literaria y, también, juegos en que deja volar la fantasía, captando el espíritu de la época, los valores impuestos por la subcultura masiva, el metadiscurso —cada vez más ordinario e irresponsable— de la figuras de este tiempo.

Estas incursiones últimas son quizá lo mejor del conjunto, sobre todo cuanto más se sueltan de un estricto realismo, y trabajan el clima fantástico, a veces a partir de la crítica de costumbres (cfr. “Un razonamiento político”, de una vendedora adicta a “a la buena mesa y la buena cama” al modo latino), hasta rondar ocasionalmente el humor negro (“Fanales”, extendiendo la propuesta de una cheta embalsamadora), o jugar todo un enredo de astrología, prosti-periodismo y política (“La era de Cáncer”), en un buen esquema de comedia alegórica.

En verdad, la mayor parte del conjunto tiene carácter alegórico, buscando razonar nuestro desgajamiento familiar, a través de la representación escénica (“Argentina, 1810”), de los resúmenes de vida que señalan cambios, caídas y adopciones (el más rico y significativo, “Un corazón aun más simple”). Se asume en total el desgano peronista, la ostentosa presencia de los nuevos ricos, la nostalgia por viejos modelos de orden y protección —el rey, el padre—, la orfandad y la soberanía. Y se simboliza de diversos modos la familia argentina a lo largo de medio siglo.

 

Atendiendo a la variedad de imágenes convocadas y a la importancia que siempre ha tenido la familia en nuestro cine, viejo y querido medio de mitificación e imaginería popular, resulta un acierto que el último cuento sea, precisamente y a manera de resumen, el de un montajista que va encontrando en diversas películas argentinas el retrato de un país.

Inmigrantes que trabajaron toda la vida, hijos que nunca preguntaron, nietos que se van quedando sin respuesta. El cuento “Escenas de una película argentina” es casi antológico, y el libro, destacable.

(Alguien podría, sin embargo, hacer objeciones menores respecto a una mejor definición de personajes: difícilmente una mujer de clase baja tenga una tía de nombre Gertrudis, los exiliados pudieron enviar postales de Cuba durante el Proceso, un general haga el trabajo de un suboficial ayudante, o un colectivero nocturno vaya silbando “Malena”; aunque esta última sea una imagen hermosa, en un tiempo de radios FM a todo volumen.)

P.S.
 
Resumen
Fragmento
Críticas
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